viernes, 2 de mayo de 2025

El arte de “grokear” y la locución bioemocional

Bien y a la Primera

Omar Espinosa

Es la locución bioemocional, un arte que trasciende el habla para convertirse en un vehículo de conexión, empatía y comprensión.

Y es aquí donde las emociones se visten de voz que descubrí un término que hasta ahora también es poco conocido: “grok”, un neologismo del escritor Robert A. Heinlein, acuñado en su novela de 1961, Stranger in a Strange Land.

De tal forma que “Grokear con la voz” es más que entender; es habitar al otro, fundirse con su verdad y comprenderle de forma sensorial, siendo la locución bioemocional la que ofrece esa posibilidad de dar vida al acto, mismo que me atrevo a calificar como místico.

El término grok, como lo concibió Heinlein, no es un simple sinónimo de comprensión. En su novela, unos marcianos, seres de una sabiduría profunda y alienígena, usan grok para describir un acto de conexión total, una fusión de mentes y almas que disuelve las fronteras entre “el yo y el otro”; es un verbo activo, insisto casi místico, que implica no solo entender, sino participar, vibrar en la misma frecuencia de aquello que se percibe.

El diccionario de Oxford resume el término grok, como una comprensión intuitiva y empática, pero Heinlein va más allá: grokear es un estado de ser, una danza cósmica donde el observador y lo observado se vuelven uno. Y en la locución bioemocional, este concepto encuentra el espacio perfecto.

La locución bioemocional, un término que ha ganado tracción en los últimos años en círculos de psicología y terapia holística, se refiere al uso consciente de la voz para expresar y procesar emociones, integrando el cuerpo, la mente y el espíritu, pues no es solo hablar, sino permitir que la voz sea un reflejo auténtico del estado interno.

Es un proceso que requiere vulnerabilidad, porque la voz no miente, pues a pesar de que se puedan controlar las palabras, no así se logra contener el temblor de un tono, la calidez de una risa o el peso del volumen que tiene un susurro y que pueden traicionar lo que el alma guarda. En ese acto de dejar salir, de dejar ser, la voz se convierte en un instrumento de sanació y hasta se convierte en un medio para “grokear” no solo a los demás, sino a uno mismo.

El poder de la voz para conectar y para sanar no es nuevo, incluso culturas ancestrales lo sabían y ejemplos hay muchos, como los cantos chamánicos, los mantras budistas, los lamentos fúnebres de las comunidades africanas; todos ellos reconocen que la voz es un portal al espíritu.

Y es que, hoy que la comunicación se reduce a textos y emojis, debemos pensar y reflexionar en que quizá estemos olvidado casi por completo cómo usar la voz como un instrumento para expresar la verdad de nuestras emociones.

Pero grokear no es fácil, requiere de valentía de parte del orador para exponerse y humildad de quien escucha para reconocer que no siempre está abierto a entender a quienes desean expresar con su voz lo que sienten, quieren o necesitan y viceversa.

Bien lo dijo el filósofo existencialista Jean-Paul Sartre: “No somos responsables solo de lo que decimos, sino también de lo que callamos; la voz es la existencia misma, porque en ella se revela el ser.”

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