Bien y a la Primera
Omar Espinosa
Otoño de 1939 y el mundo comenzaba a internarse en la penumbra de la Segunda Guerra Mundial. La radio, el medio indispensable que apenas celebraba sus primeros 18 años como fenómeno global, comenzaba a madurar con la transmisión de información que retrataba la realidad en el planeta.
La radio estaba a punto de transformarse en un espacio vital de información, educación y comunicación, con señales que llegarían hasta los rincones más diversos del globo terráqueo, en tiempos de incertidumbre y conflicto. Era el canal por excelencia para escuchar las palabras de los líderes mundiales quienes, en transmisiones con tintes dramáticas y solemnes, anunciaban la guerra, pero buscaban sostener la moral de sus pueblos.
En Londres, por ejemplo, el entonces primer ministro Neville Chamberlain comunicó en las emisoras británicas y a toda la nación: "Debo informarles que estamos en guerra con Alemania", minutos después de que Gran Bretaña declarara formalmente su participación en el conflicto.
El 21 de septiembre de 1939, el presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, dio un discurso ante una sesión conjunta del Congreso, para discutir la todavía neutralidad del país ante la guerra en Europa.
En México, la radio también cumplió con su labor de informar lo que sucedía en el resto del mundo con programación musical, espacios de noticias y las grandes producciones de radionovelas; todo entre la inquietud que provocaba el saber que, en otras latitudes del mundo había una guerra en proceso.
En ese lejano 1939, las estaciones más emblemáticas ya tenían profundo arraigo en la audiencia, que se reunía en familia para escuchar la XEW, conocida como "La Voz de la América Latina desde México" y una de las más influyentes en el país por su capacidad radial y cobertura a lo largo y ancho del territorio, con una gama variada de programas, tanto grabados, como en tiempo real.
Las radionovelas eran la tendencia de la época con producciones dramáticas que reflejaban la realidad social de México.
Entre los melodramas más escuchadas estaban La vida de Jorge Negrete, Marcelino, Pan y Vino, La segunda esposa, Gutierritos, Cárcel de mujeres y Chucho el roto; todas con historias generalmente de largo desarrollo y que lograron mantener cautiva, a las audiencias de todas las edades, para permanecer por horas frente al aparato receptor de ondas hertzianas y en Amplitud Modulada (AM). Sitios consagrados especialmente en casa, donde se creaba una atmósfera mágica, capaz de transmitir emociones y realidades, a través de las voces y de un lenguaje sonoro promotor de imágenes acústicas que solo tenían como límite la imaginación del propio radioescucha.
En tanto que la música mexicana ranchera, los boleros y corridos dominaban los espacios dedicados al arte de la interpretación melódica.
Además de la XEW, estaciones como la XEQK (Radio ciudadana), XEB (La B grande de México) e incluso Radio UNAM, fundada en 1937, eran núcleos de fervor cultural y político, con transmisiones que mezclaban propaganda gubernamental, noticias, publicidad y contenidos artísticos, todo bajo la sombra de un Estado que comenzaba a influir con más fuerza en la industria radiodifusora. Pero ese es tema para otra ocasión.
Así las cosas, justo cuando iniciaba la Segunda Guerra Mundial, la radio tuvo (como siempre), un papel decisivo en la formación de opinión pública y la concentración de voluntades nacionales, tal como sucedió en la Alemania nazi, donde Joseph Goebbels (ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich entre 1933 y 1945 y uno de los colaboradores más cercanos de Adolf Hitler), comprendió rápidamente el potencial de la radio para la propaganda, asi como la producción y distribución masiva de receptores “Volksempfänger” que facilitaron a la población alemana el acceso controlado a emisiones que sólo contenían mensajes oficiales, prohibiendo la escucha de estaciones extranjeras bajo severas penas, incluso de muerte.
La radio es el testigo con privilegios para ser protagonista activo de la historia, con el poder suficiente para alimentar tanto la esperanza como el miedo; la información como la manipulación y por supuesto, para también construir realidades que ayuden a moldear sociedades.
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